El sueño de Anaís

Seis de la mañana. Había tanta neblina que no dejaba ni ver la palma de sus manos, no había ruidos, el frío calaba hasta los huesos y el cansancio estremecía su cuerpo. Quería encontrar un lugar donde hubiese aroma a hogar.

Anaís usualmente vestía de negro, muy raramente se le veía con colores. Siempre que caminaba por los suburbios de su ciudad lo hacia apegada a las paredes, tratando de evitar el contacto con la demás gente, parecía que el hecho de tener un contacto con personas extrañas -aunque sea el más mínimo roce- la repudiaba. Siempre andaba sola, pocas veces se le veía hablando con compañeros de su colegio, ella decía que sólo hablaba con los demás lo justo y necesario, que hablar más de la cuenta era un desgaste de palabras incuantificable. Por las noches se encerraba en su pieza y veía películas de cualquier índole, pero las que más le gustaban eran las de terror psicológico, suspenso y gore. Dentro de las cosas que más amaba en el mundo era soñar y mirar las nubes, escribir su libro de notas y sentarse en la banca del parque que estaba cerca de su casa a contemplar la gente pasar.

Seis cuarenta y cinco de la mañana. La neblina aun no pasa, es más, al parecer cada vez se pone más densa. Su mente sólo pensaba en la pregunta "¿Qué es esto?", era un cuaderno en blanco donde lo único que se escribía era esa pregunta, lo lamentable era que la respuesta se alejaba más mientras más densa se ponía la neblina.

La madre de Anaís la miraba con carisma. Todos decían que era una niña muy callada, triste, solitaria, introvertida, tímida, etc. Las amistades sólo se limitaban a Fernanda, su única y más preciada amiga, a quién le confiaba sus máximos secretos. Fernanda no era muy distinta de Anaís, pero si había algo en lo que no concordaban era que Anaís era vegetariana y Fernanda no, por ese motivo tenía varias discusiones con Fer, pero siempre las sabían solucionar y tan amigas como siempre. Lo que menos le costaba a Anaís era soñar despierta, se perdía en su inconciente en el medio de la calle, creando un mundo ideal para ella a semejanza del real.

Ocho diez de la mañana. La neblina se esfumó, pero el cielo estaba completamente nublado, tanto así que no iluminaba mucho el lugar. Anaís mira a su alrededor y se da cuenta que camina por una calle desolada. Se desespera y comienza a correr sin tener un rumbo fijo. La calle no termina.

La mamá de Anáis entra a la habitación y le acaricia la frente, le susurra al oido "sé que estas soñando y que pronto hallaras la salida, aunque creas que vives una situación real". Anaís está en coma.

3 comentarios:

Leo dijo...

Puta la hueá triste, César. Qué onda, estás pasando por alguna fase de sadismo literario? En todo caso, es lejos lo más lindo que te he leído escribir acá... y en cualquier otro lado en realidad.
Pero... en coma?! Viejo, piedad!

tween dijo...

Anais siempre me ha parecido nombre de niña que esconde cosas, quizas vi muchas peliculas de brujas de salem, donde usualmente la bruja principal se llamaba anais...pero me gusta el nombre.
cuento que espero que siga...quiero leerlo y no se, me gusto.
Pense que fernanda era una ilusion...:P una idea no mas
XD nos vemos mañana...me queris esperar a la hora acordada en la puerta de la u? porfis XD no se si te voy a llamar cuando vaya saliendo, pero voy a llegar...y esperame en la puerta porque adentro yo me pierdo.
=*

Nakar dijo...

Uf sabes me gustó muuuuuucho el cuento, me llegó bastante, asi que me vi en la obligación de postearte para decirtelo ^^